Destrozando a: El Ángel Exterminador

Mensaje subliminal en el cartel del film

De "cine de culto" a "cine de culo" hay una letra

Seguir Leyendo...

Debo reconocerlo: cuando leí el título esperaba ver a un tío alado, “descolgándose” de los cielos, a la vez que repartía a diestro y siniestro galletas entre la rimbombancia de la clase alta de la sociedad.


Ángel + Exterminador = 1 + 1 = Caballo, Sota, Rey.


Dejando pajas mentales a un lado, para nada comparables a la que se ha hecho (física o psicológicamente, lo dejamos al gusto del lector) el Señor Buñuel con este film, la idea es cuanto menos prometedora: un grupo de burgueses, o más bien, de miembros de la delgada línea que separa la burguesía de la aristocracia (o los que llamo “falsos/nuevos aristócratas”), deciden acudir a la mansión de uno de ellos para la celebración de un refrigerio (o como lo llama uno de ellos, supongo que el “guay” de la época, “la party”) y compartir así sus inevitablemente pedantes comentarios, todo ello al son de una sonata para piano.


Estereotipos a mansalva.


Una vez allí, y tras el paso de las horas, se percatan de que por algún motivo ninguno de ellos ha decidido irse de allí a sus respectivos hogares de miles de hectáreas (al fin y al cabo habrá ya algún negro cuidando los cultivos, y alguna negra cuidando a los niños, ¿verdad, Dios Estereotipo?), y cual “Casa Pepe”, deciden montar la tienda de campaña en el salón, a la espera de un mejor despertar, pasando a convertirse en un temor irracional de abandonar no la casa, sino simplemente el habitáculo que ocupan en ese mismo momento.


A partir de aquí comienza lo que Buñuel imaginaba como un infierno. Para mí, una castaña de película.

Como primera sorpresa, y como preaviso al colofón de mierda que se nos iba a venir encima cual alud de nieve, tenemos la sorpresa del acento de los actores. Mejor aún, el EXTRAÑO (eufemismo) acento de los actores, propio de una especie de tribu habitante de alguna desconocida isla que nunca debieron abandonar, situada en algún indeterminado punto entre nuestra Península y Sudamérica.

Tras unos minutos de luchar estoicamente contra el mórbido acento, mientras me muerdo la lengua como si de un ya insípido chicle se tratara al cual trato de extraer un jugo que ya dejó de existir tiempo atrás, y acallando mi voluntad interna de cerrar la ventana de Megavideo y echarme a ver algo más entretenido, como Sálvame Deluxe, lo peor estaba por venir. Mis peores temores iban cobrando forma con el paso del tiempo, y por ende, de las escenas “pijorescas”, intrascendentales, desmayos sobreinterpretados… ¡PELIGRO!, sin duda estaba ante un largometraje con aspiraciones de autoproclamarse “ARTE” con mayúsculas, pero que en realidad no es más que una buena idea, mal ejecutada, e hinchada durante aproximadamente hora y media de continuas flatulencias y pérdidas anales.

Lo dicho, intento de ARTE con mayúsculas, lo cual se traduce en un plato con raciones de si realismo por aquí, surrealismo por allá, que si conservadurismo por arriba, que si socialismo y feminismo por abajo, que si anarquismo…


Qué tostón de película, sólo la puedo definir así.


Resumen: una parida de película, alimento sustancioso para los gafapastas de los 60 que disfrutan haciéndose pajas de todo tipo tratando de darle un sentido a aquello que no lo tiene ni que ha pretendido tenerlo nunca, al más puro estilo "Perdidos", encontrado un modo más de parecer “cool” (y quedar realmente como un gilipollas) ante los amigos que se vanaglorian de haber disfrutado de lo lindo con la última de Ben Stiller, ya que es de Buñuel, y mejor aún, es en blanco y negro… en definitiva, “yo veo cine de culto”.


Blanco y en botella. Una película "no aptas para mentes medias".


Una auténtica C A S T A Ñ A con un final de T R A C A.